Durante septiembre de 2013 me
encontraré en París, desarrollando este proyecto artístico a instancias de la
Beca de creación de residencia que obtuve por haber ganado el Premio Molière.
Comparto algunas líneas del mismo:
“Las debilidades del amor pasan aquí por auténticas debilidades. Las pasiones no se presentan a la
vista
más que para mostrar todo el desorden que producen: aquí el
vicio
se pinta
por
todas partes con colores que hacen conocer y odiar su
deformidad. Ése es, propiamente, el
objetivo que debe proponerse todo hombre que trabaje para el público."
(Racine, Prólogo a Fedra)
Trabajar sobre los arquetipos dramatúrgicos y, por ende, sociales es uno
de
los motivos que me llevó a dedicarme
a la
escritura teatral. Siempre me he visto fascinado
por
un doble foco de atención: los moldes que la tragedia griega
nos legó y cómo estos
se han constituido en la base de la sensibilidad y cosmovisión de la cultura occidental. Y,
junto a esto, por las formas artísticas contemporáneas, híbridas y localizadas, que
constantemente vuelven a
escribir y configurar nuestra sensibilidad e ideología.
¿Es legítimo en el siglo XXI defender la postura de Racine en el epígrafe? ¿Es válido aspirar a que el
teatro enseñe acerca de los peligros del vicio y por ende de los beneficios de la virtud?
¿Qué postule un orden posible? ¿Qué eduque tanto a nivel
sensible como ideológico?
Creo que el teatro debe ponernos en contacto
con nuestra propia debilidad,
tanto a nivel individual como colectivo, ya que eso no es otra cosa que entrar en
contacto con nuestra propia condición
humana.
Creo en un teatro humano y para humanos, y por esto entiendo una actividad
artística que, al decir de Borges,
nos pone en contacto con nuestra propia cara. Desde su invención y hasta ahora los seres humanos seguimos dándonos
ese espacio particular que llamamos
teatro, esa actividad de representación de historias más
o menos dramáticas, más o menos figurativas,
más o
menos poéticas. Seguimos
asistiendo a un ritual antiguo en el que depositamos fe en la ficción
y dejamos
que ésta nos
toque la mente, el alma y el corazón.
La razón última de por qué lo hacemos, creo que permanecerá secreta.
Y, en todo caso, no es algo
que me preocupe dilucidar. Antes
bien, soy parte de esa
cadena
de
sujetos, de esa historia que continúa y continuará, y
lo seguiré siendo.
Creo importante introducir mi proyecto
de escritura escénica haciendo
mención brevemente a los elementos ideológicos y poéticos que lo sustentan. Ahora paso a explicar mi propuesta de trabajo.
Pretendo escribir una Fedra del siglo XXI. Es decir, trabajar a partir del mito de
Fedra, y de las versiones teatrales que lo
escenificaron: Eurípides, Séneca y
particularmente
el texto de
Racine. Al que considero el insumo fundamental
y
canónico
para
mi tarea.
Pero
no realizaré una simple reescritura o
adaptación al
contexto
contemporáneo
del
mito, sino que cruzaré los insumos anteriormente indicados con la investigación del caso
policial del asesinato de Nora Dalmasso en Argentina. Desde el año 2007 vengo realizando una investigación acerca de este evento: una
mujer
encontrada muerta en su domicilio
particular, un country de las afueras de Rio Cuarto,
aparece desnuda y estrangulada, y se sospecha que fue muerta por su
propio hijo luego de haber mantenido relaciones sexuales. Caso que hasta el día de la fecha permanece abierto.
Trabajar sobre el arquetipo del incesto y aunar a esto el mito de Fedra, me
parece un lugar fermental y sumamente interesante para la
elaboración
dramatúrgica. Un tercer elemento, a partir de cuyo cruce con los anteriores surgirá el
texto teatral, son las
formas del teatro musical contemporáneo. Y en especial,
junto con lo anterior, las
formas de la canción urbana como representación concreta de una clase o grupo social
y/o étnico determinado.
En cuanto a la futura y posible puesta
en escena me interesa crear un espectáculo trágico de corte musical. Un neomusical (permítaseme el neologismo)
urbano que se articule sobre la estructura de la
tragedia, tanto de molde griego como del clasicismo francés.
Mi objetivo general es generar un espectáculo de alta calidad escénica que
ponga en contacto a los espectadores con
el plano emocional e ideológico de la obra. Puesta es
escena que recupere y comunique el elemento trágico
presente en la misma. Y, por
consiguiente,
que los haga
cuestionarse sobre su condición humana y la relación que tienen con ese contenido experimentado.
En un plano más
particular, pretendo indagar cuál es el sentido contemporáneo
de
lo trágico, y si este se
ve condicionado por la localización geográfica de la audiencia. Es decir, ¿podemos seguir hablando de
un sentido occidental de lo trágico? ¿Incluso, global? O, antes bien, ¿la percepción de lo trágico está condicionada y
marcada por elementos de la propia historia de la sensibilidad de los pueblos?
Y, junto a lo anterior, pretendo investigar
cuáles son hoy
las
concreciones escénicas teatrales de lo trágico.
Y, cómo lograr que las mismas sean efectivas, en
orden de generar la comunicación con el público, de esa sustancia trágica de la obra.
Matar, devorar a
mis padres y antepasados para generar una
nueva síntesis, la mía y de mi grupo de
trabajo, en orden de que esta se vuelva tesis;
y así otros la procesarán, descompondrán y crearán su síntesis propia. Y
de esta manera, el diálogo
artístico entre generaciones y culturas seguirá vivo; y será
potente,
fermental y
revolucionario.
Con muchas ansias por ver cómo sigue esto...Abrazo, Juanse!
ResponderEliminarYo también! Muchas gracias querida! Abrazo.
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