Luciérnagas de
ojos rojos bajan, se alejan, por la carretera,
la vida sigue al
tímido sol,
lucha,
una mancha en mi
dedo y nada en mi interior,
el calor sólo es
externo, el frío: total,
alguien pregunta
con voz chillona una estupidez más en la lista de estupideces,
nadie habla,
mueven la boca, pero no hablan, ya no pueden hablar, por más que tienen lengua
han perdido la palabra,
bocas perfectas
que enmascaran interiores podridos,
putrefactos,
son los
putrefactos de hoy y de siempre,
los de la
sonrisa fácil y la mano falsa que saluda a todos,
¿acaso seré yo
uno de ellos?
La palabra ya no
lucha, ya no puede, ya tal vez, no quiere.
¿Dónde encontrar
calor aunque sea falso?,
¿dónde encontrar
calor aunque sea?,
¿dónde?,
¿aunque?...
¡¿calor?!
Es estúpido
pretenderlo.
Yo lo pretendo,
Yo seré estúpido, Yo, el poeta,
maldito como
todos pero con la suprema pena de ser consciente,
consciente e
indignado en este mundo loco que ya ni gira, ni se preocupa por girar, que ya
no puede verse siquiera,
ni siquiera a sí
mismo,
ni siquiera…
Y las
luciérnagas huyen, huyen más allá de todos, huyen por sobre todo,
¡qué en tu
sagrada huída todo lo destruyas!,
todo lo
transformes,
ya no hay calor,
ni lucha, ya se ha perdido la pregunta,
sólo unos pocos
locos recitan intrincados mantras que la masa ya ni siquiera desprecia,
ya no sabe
despreciar,
ya no.
Una niebla
sutil, la peor, la invisible, lo cubre todo y lo transforma,
culos, tetas, y
a veces ni siquiera eso,
es Mamón lo que
importa,
rodeado de
Baales, de estúpidos adoradores que ni siquiera saben adorar,
¿dónde quedó el
aullido?
¿la revolución?
¿lo nuevo?
Todos, casi
todos, todos, tal vez incluso yo, corremos en pos de la mentira del
intercambio,
temblamos
fascinados por la guerra en TV,
las bombas en
HD,
comemos pop y
pizza delante de la muerte cotidiana, de la sangre que vuela contra el vidrio y
nos entretenemos con sus arabescos,
que horror el
horror hecho espectáculo,
que horror el
horror del almuerzo cotidiano,
cerrar los ojos
no se puede, si ya no se tienen ojos,
ya ni el
consuelo de Edipo nos queda,
si no hay nada
que expiar, ya no hay vida,
y reímos,
reímos frente a
la vida que huye de nosotros,
reímos en el
reino de la nada, NADA, NADA, NA…
Corremos,
hacemos que
bailamos pero somos sordos, ¿no hay música?,
no nos preocupa,
¡y no!
Levantar la voz
y el llanto,
aunque más no
sea en una habitación cerrada,
indignarme,
indignarme hasta la muerte,
y debajo del sasaki:
darme muerte,
alguien
entenderá algún día,
es el consuelo
del poeta.
Quiero huir con
las luciérnagas,
tener mis ojos
rojos,
salir, volar,
bajar,
ser parte de
algo, efímero pero algo,
huir
por la ladera,
caminar
en lo oscuro.
Hay
vida que sigue,
las
plantas, indiferentes o sabias, continúan su lucha, su ser,
en
esa guerra silenciosa se afirman a pesar de todo, en ese mismo todo,
ser
planta, penetrar en el secreto de la tierra, de la transformación,
sentir
el calor que me da la vida,
saltar
del pérfido carrusel,
del
derrotero kármico. ¡Insensato!
¡Insensato
es mi aullido!
Mi
mantra enloquecido por dar muerte a toda la muerte que nos engulle,
ya
Cronos no devora a sus hijos,
porque
nada hay para devorar.
Lo
hemos perdido todo:
el
instante,
la
caricia,
la
caricia…
¡Insensato!,
porque sigo
pensando que hay consuelo,
porque quiero
que lo haya,
DESEO,
¡NECESITO!
Hoy creería en
todos lo Dioses,
realizaría todos
los sacrificios,
no sólo para
salvarme a mí sino a todos, ¡insensato!
Insensato es el
deseo,
el deseo de ser
humano,
el paraíso
perdido de lo que somos,
hoy todo parece
insensato,
la calle, la
vida, tú,
y ya no grito,
susurro…
Susurro en tu
oído con temor y esperanza,
con secreta
ambición de ser escuchado,
de transformarte
en mi cómplice, aliado, compinche,
¡¿me oyes?!
Yo sólo quiero
entregarte palabras,
alientos de mi
alma prometeica,
tal vez se
despierten las llamas
y salgamos
felices a quemarlo todo, tomados de la mano, desnudos y eufóricos, a purificar
todos los templos, a anunciar la nueva alianza,
pero no ya con
Dios,
¡nosotros!,
¡nosotros!,
¡entre nosotros!,
la nueva
alianza,
la nueva salida
del sol hecho a nuestra medida,
la nueva salida
del sol.
Por eso aúllo
desde mis entrañas,
en borbotones de
sangre a los gritos
y me arranco
jirones de ser,
¿ya ni eso te
conmueve? Tan ciego has quedado…
por más que
tienes ojos no ves,
¡pobre!, me das
pena…
Voy a seguir
viendo aunque duela
y tal vez me
construiré una torre, mejor, un jardín
y dejaré la
puerta abierta, puedes entrar cuando quieras,
no voy a poner
ni carteles, ni putas, ni luces para llamar la atención,
será una verja
humilde, sencilla y con estilo
y si pasas,
volverás a posar tus pies en la tierra,
sentirás el
pasto como crece bajo tu planta,
oirás el sonido
del agua que corre,
los insectos que
revolotean,
podrás ver el
color de las flores,
los pájaros, la
muerte,
sí, la muerte,
la podrás ver cara a cara,
en el animal que
se pudre y desintegra a la vera del árbol,
en las plantas
que caen y vuelven a la tierra,
y olerás la
muerte por primera vez en tu vida, ya no en cajas, ya no en templo,
porque no hay
mayor templo que la vida.
Si te animas a
entrar, claro,
si te animas.
Yo estaré bajo
un árbol con un libro en la mano,
una taza de té
y mis lentes.
Claro que hay
también té para ti,
o café si es que
tú lo prefieres;
libros, habrá a
montones,
y silencio adornado
con charlas.
Ya lo sabes,
te espero.
Ya son muchos
los que aquí han entrado
y sí, hay
sombras, pero no es un problema,
¿seguiremos
aullando en secreto?
Por más flores
que tenga el jardín,
por más fruta,
por más fresco,
¿cómo puedes
esperar aquí dentro?,
¿cómo vas a
estar tan indispuesto?,
¿cómo obstinas
tu vida, aquí dentro?,
¿cómo? ¿cómo?
¡¿cómo es eso?!
Ven y verás, yo
te digo,
yo no soy el
mejor, sólo pienso,
que tal vez este
es mi camino,
y por eso yo
estoy aquí dentro.
Más yo salgo,
camino, recorro,
con mi lámpara
busco, restriego
y yo invito,
sugiero, imploro
y te invito a
que veas de dentro,
si es que aún te
funcionan los ojos,
si es que no te
ha vencido el miedo.
Tú tendrás que
hacer tu camino,
el tuyo y no más
que aquello,
es tu vida la
que está en tus manos
es la apuesta de
tu propio juego.
Eres tú quien
juega, ¡decide!
Eres tú quien se
anima a lo nuevo,
Ya no hay ni
sasaki, ni tumba,
ya no queda ni
un agorero,
todos corren sin
rumbo, inciertos,
todos ríen sin
felicidad ni consuelo.
¿Y tú me dices
que eso es la vida?
Mierda, mierda y
cero juego.
¿No ves que ya
no hay ni luciérnagas?
¿No sientes el
frío en este sucio agujero?
Chapoteamos en
mierda y reímos,
reímos ya sin
ningún consuelo.
¡Levantaos en
armas! ¡Carajo!
¡¿No veis?!...
Silencio.
Silencio idiota,
silencio.
Preocupados por
el Led TV, el Iphone, por llenar el maldito agujero,
preocupados por
lo más siniestro,
¡vamos de copas!
¡joder! ¡que esto es vida!,
ya ni copas, ya
ni copas, ya…
Y la vida,
vetusta, arrugada, y hasta un poco pasada de peso,
nos mira con
pena, con rabia,
¿es que nadie ya
quiere conmigo?
Silencio.
No hay más que
silencio.
Señora,
disculpe, yo quiero,
la invito esta
noche a unos tragos;
mira que no
tengo más que esto;
ni yo tampoco,
señora querida, somos dos vagabundos, traviesos,
vamos de ronda,
señora, vamos,
vamos que alguno
será el caballero
perdido que
hallemos,
nuestro Quijote,
nuestro Romeo.
¡Ea! Movamos un
poco las carnes.
¡Uy!, que hace
años; no importa, bailemos.
Esta vieja y
gorda, lo sé,
pero sus ojos
brillan sinceros,
no defrauda, no
engaña, no irrita,
es así,
contundente, sin
agüeros,
y en la ronda
final de sus brazos,
en lo que dura
esta canción sin miedo,
me hundo en un
beso tranquilo,
descanso y
disfruto en su seno.
Ya me voy,
pequeñito, travieso.
Hasta luego.
No habrá nunca
una nube tan negra
que tapar el
horizonte pueda.
No habrá nunca
un silencio absoluto,
no habrá nunca
rendición suprema.
Seguiremos
aullando, ¡y de a miles!,
desafiando todas
las manos negras
que pretenden
torcernos el cuello
y callar
nuestras bocas sinceras.
Seguiremos
aullando, ¡y de a miles!,
caminando
desnudos, sin tregua,
entregando
jirones internos,
vomitando la
sangre en la tierra.
Porque viene, se
acerca otro mundo,
¿no veis, cómo este
se abate?
otro pacto,
otra tierra,
un Mesías de
carne, sexo y cabeza,
un Mesías en
cada uno, sobre su propia tierra,
un Mesías que
somos todos, en nuestra vida nueva.
¡Coraje! ¡Salud!
¡Adelante!
Un nuevo tiempo
se acerca.
Ya no habrá ni
cordero ni lobo,
ni elefante, ni
halcón, ni cualquiera,
todos tendrán
nombre propio,
azucenas.
Federico,
Antonio, Rafael, José, Walt, Arthur, Oscar, Heiner, Fedor, Virginia, Paul,
Alfonsina, Silvina, Victoria, Gabriela, Rubén, Idea, Marosa, Amanda, Julio,
Catulo, Ovidio, Aspacia, Mary, John,
María Emilia, Emily, Jack, William, Camilo, Virago, Leopold, Noémia, Fernando,
Safo, Rafi, Omar, Yusuf, Homero, Friedrich, Wang, Li, Isao, Yoshiko, Paula, y
más, tantos…
Y todos seremos
en todos,
sin dejar de ser
quien somos.
Y será el placer
absoluto y eterno,
total, infinito,
completo.
Y tal vez yo sea
un loco profeta,
pero digo todo
lo que yo veo,
Casandra,
extraviada y alegre,
no me importa
que tú no me creas,
ya has leído, ya
está en tus adentros,
la semilla que crece
en lo oscuro,
se transforma,
pierde, muere, revienta,
y de a poco va
echando raíces
y de a poco va
abriendo la tierra
y de a poco
yergue el tallo y lo vemos desplegar ya las hojas, ora el fruto, ora el tiempo
y este tiempo,
maestro de todos,
la gran cuna de
todos los ciegos,
parirá a los
nuevos mortales,
que por esta
semilla en su seno,
entrarán de
nuevo a la vida,
para ya no
salirse por miedo.
La palabra ha
quedado ya en vos,
penetrando, esta
pérfida artera,
y no hay nada
que puedas hacer,
para mitigar su
interna carrera.
La palabra
penetra, roe la carne y se aloja,
espera con
tiempo su tiempo
y ella sabe
esperar, es bien cierto,
será en años, en
meses,
será en tu
último instante tal vez,
rasgará ella
todos los velos
y se hará un
acero presente,
que no acepta
más excusa o sordera.
Y serás tribunal
de ti mismo,
de ti misma
implacable jueza.
Tus descargos
serán tus acciones,
tu deseo hecho
carne, tu jardín, tu belleza;
y ella te abrirá
o no el camino hacia el sol pues tu mismo, tu misma, así te lo has hecho.
Ni cruz, ni
olimpo, ni barca, ni nada,
tú, sólo tú,
tú que hiciste
tu propio camino,
gozarás para
siempre de él.
Y tal vez este
sea el castigo,
o el premio
final,
ya verás.
Soy un pobre
poeta de jardín ambulante,
puedes quedarte,
si quieres,
hay pan, hay
vino, hay sol, hay belleza.
Hay silencio
jalonado con charlas,
hay pasto verde,
árboles, naturaleza,
también aquí
mueren los seres,
se pudren,
apestan,
prenderé unos
fuegos con algo de incienso,
cavaré las
tumbas,
haré la cena.
Entra y sale, no
hay cerrojo en la verja,
lo único que te
pido es que pises en tierra,
que abras los
ojos, que sientas,
que pienses y
que ya no repitas,
que llores, te
indignes y creas,
que luches y así
lucho contigo,
creo,
me indigno,
lloro,
pienso y no
repito,
siento,
abro los ojos
y piso en
tierra.