Living de apartamento interior de un edificio de los
años 40 en Montevideo. A derecha e izquierda dos grandes ventanas con visillo.
Frente a la puerta, una pared pequeña con un espejo de marco tallado sobre una
consola también en madera tallada, sobre la cual hay una pequeña lámpara de
mesa cuya base es una garra de bronce. A la derecha un perchero, cuatro
paraguas apoyados en la base: uno negro y largo, uno negro y corto, uno verde
mediano, uno transparente y largo, uno azul, chiquito. En los brazos,
sombreros: uno negro, uno escocés verde, uno escocés violeta, dos gorras: una
negra lisa y una negra a rayas. También pañuelos y bufandas: negros, rojos,
marrones; tres morrales: dos de cuero marrón y otro negro. Cerca de la ventana
de la derecha, una gran sillón orejero individual de terciopelo verde, a su
lado una mesa redonda con una copa con restos de vino, algunos libros, cuadernos,
una agenda, una pluma y un teléfono inalámbrico; entre la mesa y el sillón una
lámpara de pie decó, de bronce, con pantalla color borra de vino. En las pared
sin ventana frente a la puerta: bibliotecas que llegan hasta el techo, en los
espacios libres entre los libros, algunos adornos, espejos pequeños, relojes de
cuerda funcionando, lámparas pequeñas, base del teléfono. Cerca de la ventana
de la izquierda un mueble bar de madera, con figuras talladas, unas mujeres
desnudas, por la puerta abierta se ven botellas de whisky, vino tinto y blanco,
vodka. En la pared de la puerta un diván tapizado en color violeta. En el
centro de la habitación una mesa redonda de madera oscura y cuatro sillas.
Sobre esta un florero con unas rosas que empiezan a marchitarse. Alfombra en
tonos verdes y amarillos con motivos orientales. Cuatro de la tarde de un día
de invierno.
Entra Alejandro, 33 años, alto, complexión mediana,
viste una gabardina verde, larga, con manchas de barro en la parte baja, está
mojado, chorrea agua, se seca la cara con la manga y se da cuenta de lo inútil
del gesto, se arregla el pelo, se rasca la nuca, se mira al espejo y bufa. Se
saca la gabardina y la cuelga del perchero. Se saca los zapatos y los deja ahí
también. Camina hacia el mueble bar, se tropieza con una silla, putea en voz
baja y cayendo al piso de rodillas se pone a llorar. Luego de un rato mira la
habitación, como si buscara algo, se levanta, se sirve un whisky y va a
sentarse al sillón, en el trayecto acciona el contestador telefónico. Se
escucha, con todo maquinal: You've got new messages.
Alejandro:
¡Hijo de puta!, lo único que sos es un hijo de puta, ¡hijo de puta! Acciona el contestador.
Gabriela
(off): Voz nasal. Profesor, habla Gabriela Loureiro del Colegio,
¿cómo está?… ah, es para avisarle que cambiamos la mesa de examen, no es en el
día de hoy, sino que pasa… para la semana que viene… mismo día a la misma hora…
¡a las 18! ¿ok?, avisemé si escuchó el mensaje, que tenga un buen día, bueno,
con el día que hace hoy, pero en fin… ¡ay estoy hablando con una máquina!, bueno,
que ande bien… recuerde, no es en el día de hoy, sino la semanaquevienealamismahora,
adiós, chau, que ande bien, (a otra
persona) ¿sale un pip o algo que me avi/
sonido de corte de la máquina.
Mientras escucha la grabación Alejandro ríe, se
divierte, menea la cabeza.
Alejandro:
Bue, por lo menos… dos cosas buenas, que no seas vos el conchudo que llamó, en
realidad… nos acabamos de ver… ¿qué dijo? Va
hacia la mesa auxiliar cercana al sillón y busca su agenda, busca el día de la
fecha. Hoy tenía examen, me había olvidado, mejor, mejor… pobre Gabriela,
siempre tan amable y tan despistada, ¿por qué no me puedo fijar en alguien así?
¿Por qué siempre me tengo que fijar…? Acciona
nuevamente el contestador y toma un poco de whisky.
Gabriela:
Profe, yo de nuevo, no sé si recibió el mensaje, en cuanto lo escuche por favor
/ Alejandro corta el mensaje y pasa al
siguiente.
Alejandro:
Una cosa es ser amable y otra una hinchapelota, lo único que me faltaba,
bastante mujeres tengo ya para que me controlen.
Mamá:
(melosa) Hola hijo, ¿cómo estás?,
espero que bien, es que hace tiempo que no sabemos nada de vos y bueno, por eso
te llamo, es que te quería avisar que me internaron de nuevo, es que me tienen
que hacer unos estudios… Se escucha de
fondo la voz del Padre que dice (Padre) – Dejá, dejá, lo vas a poner
nervioso, yo lo llamo después, y le digo – (Madre) Pero yo quería decirle,
siempre igual vos, no me dejás hablar, no me dejás decir nada, al final siempre
sos vos el que tiene que tener la palabra/ Se
corta el mensaje.
Alejandro:
¡Éramos pocos y parió mi abuela! De verdad, de vos abuela, no me hubiera
impresionado, te casaste cinco veces y la última a los 80, ¡seguro que si
hubieras tenido útero hasta un tío menor que yo me dabas!... Y ahora esto,
¿otra vez? ¡Vieja! ¡¿Cuándo carajo vas a parar con la calesita de las
internaciones?! ¿No te des cuenta que no es un juego? ¿No te das cuenta de que nos
hacés sufrir? MIERDA CARAJO LA PUTA QUE TE
PARIÓ. Perdón abu, es que… no sé, ya no sé nada… ¿cómo hiciste vos? ¿Cómo
hiciste para hacer siempre lo que querías hacer y que te saliera bien? Bueno…
por lo menos yo creo que te salió bien, pero en realidad… no sé… nunca pude
hablar esto contigo, nunca pude hablar muchas cosas contigo… en fin… Acciona el contestador y termina el whisky
de un solo trago.
Ignacio
(off): Soy yo… Alejandro corta el mensaje
y pasa al siguiente.
En lo que sigue se genera un diálogo intercalado con
algunos encabalgamientos y solapes. Alejandro en negrita.
Ignacio
(off): Soy yo de nuevo, sabía que ibas a hacer eso, La puta que te parioooooooó (el
insulto termina en risa) bueno, son años, tiempo… algo tengo que haber
aprendido, quería… sí, pero justo lo más
importante, no quiero saber cómo estás, es que me quedé preocupado, cuando
te vi salir, ¡me dejaste con la palabra en la boca! perdón… ¡ah, lo único que falta que el señor se
sienta ofendido! ¿no te das cuenta pelotudo? yo te quiero ¿sabés? y te voy
a querer siempre Alejandro se dirige al contestador y está a punto de cortar el mensaje
pero finalmente no lo hace pero… pero no puedo, lo lamento, quisiera…
quisiera pero no puedo, el lunes las flores y hoy… esto, perdoname, perdoname
de verdá, es que/ se termina el mensaje.
Alejandro:
Biip, biiiiiiiip, lo único que quedó de nuestra relación es un bip, un bip
final, como en el hospital, hace meses que estamos así Doctor, y no te diste
cuenta… CARAJO, MIERDA, CARAJO… (Busca el
teléfono y llama, lo atiende un contestador.) ¡Cobarde, lo que sos es un
cobarde! No era tan extraño al final lo que te pedía, ¡vos!, además vos fuiste
el primero que lo mencionó, y yo, yo no quería, no quería pero terminé
queriendo, como todo, como casi todo, terminé queriendo y yo… ya no me querés…
yo… (corta)… porque es mentira que me
quiere, porque si me quisiera hubieras dicho que sí, (se desploma sobre el sillón)…te hubieras quedado, lo habríamos hecho
juntos, y no… ¡una charla de bar!, (mordido)
¡U-NA-CHAR-LA-DE-BAR! y yo corriendo bajo la lluvia (se agarra la cabeza y luego de un momento aparece una risa mordida)
en el fondo soy una heroína del XIX… heroína… no me vendría mal ahora, un
pinchacito y ¡zas!... morir, dormir, no más… NO MÁS… (Pausa larga) Lo mío siempre fue el drama. Se levanta y va a servirse otro whisky, al volver acciona el
contestador, va hacia el diván y se acuesta. Se repite indicación del mensaje
anterior
Gabriela:
(entrecortada y emocionándose progresivamente) Profesor, ¿Profesor?... La puta que te parió Gabriela, ¡no hinchés
más las pelotas! disculpe, pero quería saber si estaba bien, porque me
comentaron que lo vieron… bueno, llámeme después, cuando pueda… que ande bien.
Alejandro:
(Se levanta, busca el teléfono y llama.) Hola
Lú, soy yo, ¿cómo estás? ¡Mierda, el contestador! ¿Por qué carajo hacen estos
mensajes que te confunden? Bueno… Hola, Lú, soy yo, estamos solos… yo lo quiero
hacer, vos también… me dejó, nos dejamos… vamos a compartir… ¿sí?... yo sigo
queriendo, yo quiero, llamame, llamame y hablamos, beso. (Corta, con una sonrisa) Quiero ser papá.